Dos empresas, Virgin Galactic y Blue Origin, desarrollan actualmente naves capaces de enviar pasajeros durante unos minutos al otro lado de la frontera del espacio, para un vuelo suborbital.
“La persona de mayor edad que entrené tenía 88 años”, dijo Glenn King, director del programa de capacitación espacial en Nastar Center, una empresa privada asociada con los principales actores del sector.
Unas 400 personas, muchos de ellos “hombres o mujeres de negocios”, futuros pasajeros de Virgin Galactic, ya se capacitaron en las instalaciones de Pensilvania, Estados Unidos.
El programa de formación dura sólo dos días: una mañana de lecciones teóricas, luego varias simulaciones en una centrífuga humana. Un brazo de casi ocho metros de largo que gira rápidamente reproduce la fuerza G de la nave en la que viajará el cliente. Un equipo médico está en el lugar.
Antes, para la NASA, la formación podía durar “dos años”, pero dada “la cantidad de personas que quieren ir al espacio (…), debemos reducirla a unos días”.
Esto es posible debido a que “son solo pasajeros“, sin mucho que hacer más que “relajarse” y “contemplar la vista”.
La tasa de éxito del programa, que según las necesidades cuesta entre 4 mil y 10 mil dólares y sobre todo busca tranquilizar a los clientes mostrando que pueden soportar la aceleración, es de “99.9%”, dice King.
La mayor barrera para que el amplio público pueda viajar al espacio es el precio.
Unas 600 personas ya tienen el pasaje de Virgin Galactic, la compañía fundada por el multimillonario británico Richard Branson, a un costo de entre 200 mil y 250 mil dólares. Miles de candidatos están en lista de espera.
El inicio de las operaciones está programado para “principios de 2022” y la compañía planea unos 400 vuelos por año. Blue Origin aún no comunicó precio ni calendario.