La casi totalidad de los países de América Latina y el Caribe y del mundo han tomado medidas para frenar el avance del Coronavirus (COVID-19): cierre de escuelas, universidades y oficinas, “flexibilización” del trabajo para algunos sectores privilegiados, llamados a no usar el transporte público, cierre de fronteras, etc.
Estamos frente a una crisis sanitaria que no solamente pone en evidencia el fracaso de las políticas de austeridad y de las economías neoliberales hiperglobalizadas; también exacerba las grandes desigualdades e injusticias que recaen fundamentalmente sobre las mujeres.
Primero porque son las principales cuidadoras de nuestras sociedades: a través de trabajo no remunerado, no reconocido, subvalorado y, por otro lado, con trabajo de cuidados remunerado, y segundo, porque son las mujeres las que casi siempre enfrentan con mayores vulnerabilidades las crisis de cualquier tipo, crisis que existen antes del COVID-19: violencias machistas, migraciones forzadas, crisis climática, informalidad, trabajos precarios, sobrecarga del trabajo de cuidados, etc.
1. La pesada y desigual responsabilidad del trabajo de cuidados
Oxfam enfatiza en el informe Tiempo para el Cuidado publicado en enero de 2020, que la pesada y desigual responsabilidad del trabajo de cuidados que recae sobre las mujeres perpetúa tanto las desigualdades económicas como la desigualdad de género. Frente al cierre de las escuelas y de los servicios, la pobreza de tiempo crecerá enormemente porque las jornadas de trabajo serán excesivamente largas. Las pocas privilegiadas que no serán despedidas y podrán trabajar desde su casa, lo tendrán que hacer con el sartén, la escoba en la mano, pero además asegurar un mínimo de recreación en casa.
El Coronavirus también está visibilizando la centralidad de los cuidados y está reafirmando lo fundamental de los análisis y respuestas interseccionales, con justicia de género y multidimensionales.
2. Las mujeres en primera línea del Coronavirus
Empecemos por las trabajadoras que están inmediatamente en la línea de respuesta, las maestras, las enfermeras, las que cuidan a las enfermas y enfermos en casa. En países como México las mujeres representan el 78% del sector salud y educación. (INEGI, 2012). La mayoría de estas mujeres no cuenta con las protecciones laborales, ni de salud, para sobrellevar una pandemia de esta escala, sin embargo, han sido las primeras en responder.
3. En tiempo de aislamiento, la violencia machista aumenta
El COVID-19 está conduciendo al aislamiento social, inseguridades laborales y salariales. La evidencia muestra que cuando el estrés social aumenta, también lo hacen los casos de violencia contra las mujeres. Como se ha demostrado tantas veces, la casa no es un lugar seguro para mujeres y el sistema y la institucionalidad está volcada en atender la crisis desatendiendo otras áreas vitales de los derechos de las mujeres.
Además, el aislamiento social puede dificultar que las mujeres abandonen las relaciones abusivas, reduce drásticamente la posibilidad de denunciar, quedan sin redes de apoyo comunitario y se les limita el ya deficiente acceso a servicios básicos. También en tiempos de crisis, la salud sexual y reproductiva se pone en discusión, porque además de ser los servicios más cuestionados, nunca van a ser los priorizados durante una emergencia.
4. Las mujeres del sector informal (la mayoría) sufrirán por la falta de clientes
Según el Banco Mundial en América Latina, 6 de cada 10 personas trabajan en la informalidad. Y de acuerdo a datos de ONU Mujeres, en América Latina para el 54% de las mujeres la informalidad es su forma de ingreso. Las vemos todos los días en los mercados, en las calles o en el campo, ganándose “el diario” como dicen. ¿Qué medidas están tomando los gobiernos para asegurar los ingresos ante la ausencia de clientes, cuando ni siquiera tienen capacidad de ahorro ni mucho menos para prepararse o enfrentar el Coronavirus? ¿De verdad creen que también podrán quedarse en casa?
5. Millones de mujeres no podrán acatar las medidas básicas para prevenir el COVID-19
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en América Latina hay más de 14 millones de mujeres que trabajan de manera remunerada para una familia. Al igual que otras organizaciones de derechos humanos, señalan que el trabajo doméstico remunerado es una de las ocupaciones con peor calidad: extensas jornadas de trabajo, bajas remuneraciones, escasa cobertura de seguridad social y alto nivel de incumplimiento de las normas laborales. ¿Cuántas de las medidas de prevención podrían acatar estas mujeres? Quedarse en casa no es una opción porque perderían automáticamente su única fuente de ingreso.
Solamente en Centroamérica 263.000 trabajadoras textiles viven explotadas en las zonas francas o maquilas. Ellas representan un 58% del total de la fuerza laboral en el sector (Oxfam, 2015). En Honduras, entre las estrategias de ahorro de tiempo de las y los trabajadores se cuentan: no levantarse de su puesto de trabajo, llegar antes de la hora de inicio del turno para adelantar las actividades, no comunicarse con ninguna compañera o compañero, reducir el tiempo dedicado al almuerzo, no tomar agua para no ir al baño y así poder cumplir la meta. ¿Cuántas de las medidas de prevención podrían acatar estas mujeres? Hasta el lavado de manos de manera frecuente estaría en cuestión cuando en esas empresas usar los baños con frecuencia puede implicar una nota al expediente.
6. Mujeres y niños huyendo de la violencia y atrapados en las fronteras
En octubre de 2018 se intensificaron las caravanas de migrantes centroamericanos rumbo a Estados Unidos. Un informe del Fondo Centroamericano de Mujeres (FCAM) señala que en la variable común entre las mujeres, niñas y adolescentes que se ven forzadas a migrar, están los elevados niveles de violencia que ellas viven. La gran pregunta es ¿qué implicaciones tienen las medidas tomadas por los gobiernos en la migración forzada?, pareciera que el Coronavirus se volvió la excusa perfecta para cerrar fronteras, aplicar medidas extremas sin tener que enfrentar el costo social o las denuncias por violaciones a derechos humanos.
Mientras tanto, ¿qué otras opciones tienen estas mujeres y sus familias para enfrentar esta crisis de salud pública que se le suman a las crisis que ya vienen enfrentando desde hace tantos años?
La carga del trabajo doméstico y de cuidados de las mujeres es un factor estructural de la desigualdad de género que restringe en gran medida la posibilidad de las mujeres de contar con ingresos propios, tener acceso a la protección social de participar plenamente en la política y la sociedad.
Los actores de la sociedad civil, el gobierno y el sector privado deben posicionar el trabajo doméstico y de cuidados como un elemento central en la agenda de igualdad de género, así como crear políticas, destinar presupuestos y esfuerzos para el adelanto de las mujeres.