Cirujanos en el Hospital General de Massachusetts comenzaron una operación de riñón que esperaban que marcara un cambio permanente en la forma en que son trasplantados en personas.
Su paciente era un cerdo al que le faltaba un riñón y necesitaba un implante.
Si bien los riñones normalmente deben ser trasplantados en un lapso de 24 a 36 horas, el riñón que sería implantado en el cerdo se había extraído hacía 10 días, se había congelado y se había descongelado esa misma mañana.
Nunca antes se había trasplantado un órgano congelado a un animal grande. “Creo que hay alrededor de 50 por ciento de probabilidades de que funcione”, dijo Korkut Uygun, profesor de cirugía y un líder del equipo, antes de la cirugía.
Hay una escasez grave y continua de riñones para trasplantes —más de 92 mil personas están en listas de espera. Una razón es que el plazo de 24 a 36 horas es tan breve que limita el número de receptores compatibles.
Intentos previos de congelar órganos habían fracasado. En muchos casos, se formaban cristales de hielo que los destruían. Otras veces, la sustancia destinada a detener la formación de cristales, un crioprotector, era tóxica y mataba células. O el órgano congelado se volvía tan frágil que se agrietaba.
Bancos de riñones
Investigadores en el laboratorio de Uygun estudiaron ranas del bosque canadienses. Cuando el clima se vuelve frío, cambia el metabolismo de la rana, lo que le permite congelarse. Su corazón y todos sus procesos celulares se detienen. Está prácticamente muerta.
Los investigadores hallaron que la rana comienza a producir grandes cantidades de glucosa justo antes de hibernar. La glucosa se acumula dentro de las células, donde reduce el punto de congelación del agua, impidiendo la formación de hielo.
Los investigadores intentaron imitar el proceso en hígados de ratas. Trabajaron con órganos recién extirpados, pero aún vivos, enfriándolos lo suficiente como para detener los procesos metabólicos, pero no tanto como para arriesgarse a la formación de grandes cristales de hielo.