Protestar contra la inteligencia artificial y acabar replicado por ella. Ese fue el escenario surrealista que enfrentaron artistas como Hozier, Zola Jesus y Tom Morello en Estados Unidos, después de retirar sus canciones de Spotify. Lo hicieron como parte de la campaña “No AI Fraud”, una iniciativa que busca frenar el uso no consentido de voces y estilos musicales en modelos generativos. Sin embargo, poco después, empezaron a aparecer imitaciones de sus temas en la misma plataforma.
Los músicos se unieron a la protesta a finales de noviembre, exigiendo a Spotify que sea transparente con el uso de IA y que no permita la distribución de contenido clonado sin autorización. En lugar de recibir una respuesta clara, se toparon con una situación aún más incómoda: sus nombres y estilos eran replicados por modelos entrenados para emular sus voces y composiciones. Esto intensificó el debate sobre la responsabilidad de las plataformas frente al contenido generado artificialmente.
Los músicos protestan, pero sus voces siguen sonando… sin permiso
Spotify, por su parte, ha afirmado que no permite obras creadas exclusivamente por IA, pero los artistas alegan que las copias detectadas siguen accesibles en la plataforma. El colectivo Human Artistry Campaign, promotor del movimiento, ha reunido a más de 200 artistas que apoyan la regulación urgente del uso de estas tecnologías. Entre sus demandas clave están la eliminación inmediata de obras fraudulentas y mayor control sobre los derechos de voz y estilo.
Este episodio plantea una pregunta incómoda: ¿puede una canción falsa competir con la original en la misma plataforma? Y, sobre todo, ¿cómo debería reaccionar una industria que históricamente ha protegido sus creaciones con contratos, licencias y derechos de autor?
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