Cuando se habla de inteligencia artificial en México, es común imaginar sistemas fríos, neutros, casi alienígenas. Pero eso está cambiando. Un nuevo enfoque está cobrando fuerza: el desarrollo de una IA queer, diseñada desde y para las disidencias sexuales, que no solo las reconoce, sino que amplifica sus voces.
Este giro viene impulsado por activistas, artistas digitales y desarrolladores que ven en la tecnología no solo una herramienta de automatización, sino una plataforma de representación. Desde 2023, colectivos como Tecnologías Disidentes han apostado por proyectos en los que la IA no reproduce sesgos coloniales, patriarcales o binarios, sino que los cuestiona. En lugar de entrenarla con los datos «de siempre», utilizan archivos, memorias y lenguajes propios de comunidades LGBTQ+ en América Latina.
¿Puede una IA tener identidad?
Además, estas IA no buscan ser imitaciones humanas. No pretenden sonar “naturales” ni pasar desapercibidas. Su estética, su tono y hasta sus errores están atravesados por experiencias trans, no binarias y queer. Lejos de la lógica corporativa, se construyen como espacios seguros de experimentación, donde la diferencia no solo se tolera, sino que se celebra.
Uno de los ejemplos más destacados es MarIA, un prototipo de chatbot entrenado con testimonios de activistas y materiales de archivo comunitario. En lugar de ofrecer respuestas genéricas, devuelve preguntas, fragmentos poéticos o incluso silencios. El objetivo no es “resolver”, sino acompañar.
El Laboratorio de Tecnologías para la Equidad Digital reportó que más del 60% de las IA comerciales presentan sesgos que afectan directamente a personas trans y no binarias. De ahí la urgencia de repensar cómo, desde dónde y para quién se programan estos sistemas.











