Recientemente, la Comisión Nacional de Agua (CONAGUA) ha comunicado una preocupante realidad: el 81.87 por ciento del territorio nacional se encuentra afectado por diversos grados de sequía, impactando a 2,064 municipios; cifra que no solo marca una situación crítica en términos de recursos hídricos, sino que también enciende las luces de alarma sobre el «Día Cero”, término que surgió en 2018 cuando Ciudad del Cabo, Sudáfrica, anunció que se quedaría sin agua.
La UNESCO ha señalado que la disponibilidad de recursos de agua potable se ve afectada por diversos factores, entre ellos la acelerada urbanización, el aumento de las actividades agrícolas
Sin embargo, la problemática también tiene su origen en la cotidianidad, con los productos que consume la población diariamente. Desde la ropa que vestimos hasta los alimentos que consumimos, cada artículo que forma parte de nuestra vida requiere del uso de agua, debido a que cada proceso de producción, desde el cultivo de materias primas hasta la fabricación y distribución, implica un consumo significativo de este recurso vital.
A este fenómeno se le conoce como “Huella Hídrica”, indicador que mide la cantidad total de agua utilizada en la producción y consumo de bienes y servicios
Las cifras resultantes de cada proceso industrial, expresadas en litros o metros cúbicos, también se emplean para mejorar los procesos industriales, identificar áreas problemáticas dentro de cada país, comprender el impacto geográfico del uso del agua y evaluar el impacto en nuestras reservas hídricas con la introducción de cada nuevo producto.
Para identificar y analizar de manera precisa cómo se utiliza el agua en distintos sectores y cómo influye este uso en su disponibilidad para la vida diaria
Arjen Hoekstra dividió la clasificación de la huella hídrica en tres categorías: verde, azul y gris.
Según su clasificación, la Huella Hídrica Verde representa el agua de lluvia utilizada en el proceso de producción, como en la irrigación de cultivos. La Huella Hídrica Azul se refiere al agua dulce extraída de fuentes superficiales o subterráneas, vulnerable a la evaporación y la Huella Hídrica Gris considera la calidad del agua utilizada y su grado de contaminación durante el proceso de producción.
Un claro ejemplo de lo qué es la Huella Hídrica es lo expuesto en el artículo «Beber de una botella, el gran negocio y sus consecuencias», elaborado por el académico universitario Alejandro Calvillo, quien expuso que por cada litro de refresco se requieren 70 litros de agua para su proceso de fabricación.
La cifra es un reflejo del impacto ambiental que ocasionamos con nuestro consumo diario. Por ejemplo, si analizamos el consumo de bebidas gaseosas en el Estado de México, una de las entidades con mayores puntos criticos por escasez de agua, encontramos que el consumo anual promedio de refresco supera las 280 botellas por persona, es decir, 163 litros de refresco para los cuales se requirieron 11 mil 410 litros de agua.
Ante este panorama, es imperativo tomar conciencia sobre el impacto de nuestra huella hídrica y las consecuencias que pueden desencadenar, limitando la disponibilidad y calidad del agua. Es hora de reconsiderar nuestros hábitos de consumo, de reducir el desperdicio y de apoyar prácticas que promuevan la conservación y el uso responsable del agua.