Mientras las redes sociales celebran cada nuevo avance tecnológico, millones de personas en México siguen esperando algo tan básico como una conexión estable. Aunque parezca que todos estamos ya online, la realidad es mucho más desigual. No se trata solo de tener internet o no, sino de qué tan rápido es, qué tanto cuesta, y qué puedes hacer realmente con él.
En ciudades grandes, las apps de videollamadas, la nube y la inteligencia artificial se han vuelto herramientas comunes para estudiar o trabajar. Pero en muchas zonas rurales, donde apenas se navega con datos limitados, estas mismas herramientas se vuelven inaccesibles. Es decir, la desigualdad digital ya no solo separa a quienes tienen conexión de quienes no, sino también a quienes tienen las condiciones adecuadas para sacarle provecho.
El acceso ya no es suficiente: hablemos de uso
La igualdad digital también implica saber usar la tecnología. Tener un celular no garantiza que puedas resolver un trámite oficial o evitar caer en desinformación. Además, el diseño de las plataformas digitales suele centrarse en públicos urbanos, jóvenes y alfabetizados digitalmente, dejando fuera a adultos mayores, comunidades indígenas o personas con discapacidad.
Y lo más preocupante es que la transformación digital avanza sin pausa. Cada nuevo servicio que se digitaliza sin alternativas accesibles (como trámites gubernamentales o bancarios) amplía la exclusión. Por eso, urge pensar en políticas públicas que no solo conecten más, sino que lo hagan mejor y con enfoque en la equidad.
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